miércoles, 22 de septiembre de 2010

Faíco

Suele atribuirse a Francisco Mendoza Ríos "Faíco" (Sevilla, c.1870-Madrid, 1938) la paternidad de la farruca. Se fundamenta esta atribución en lo que sobre dicho baile dejó escrito José Otero en 1912. Así lo contó el maestro sevillano con su habitual gracejo (1912:220-221):

Cansado Faíco de ver que no salía de la miseria, hablando con unos amigos dijo que quería sacar algo nuevo a ver si por ese medio podía hacerse un artista de otra categoría. Los amigos aprobaron su idea y en unión de un buen maestro de guitarra [Ramón Montoya] arreglaron el Garrotín y la Farruca.
Faíco bailaba bastante bien los Tangos y por alegrías o Juguetillos, que es lo mismo, y lo que hizo fue amoldar los movimientos de los bailes flamencos a distinta música. Resultó tan ruidoso el éxito que tuvieron el Garrotín, la Farruca y sus Tangos, que al poco tiempo lo contrataron para el Eden Concert de Barcelona; de aquí salió contratado para París, y más tarde para Londres y muchas poblaciones del extranjero. Hoy es de los artistas que más ganan en todos los teatros de Europa y, viéndolo en la calle, nadie dice que es un bailaor flamenco ni el Faíco de Triana, sino un banquero de Nueva York o cosa por el estilo. Si hubiese calculado que su porvenir estaba en la Farruca y el Garrotín, ¡cuánto tiempo antes se hubiera decidido a hacerlo!

Y sigue diciendo Otero:

Después ocurrió que en Barcelona hicieron estos bailes más furor que en Madrid, y no había bailarina o coupletista que no los solicitara; todos los maestros de baile establecidos en Barcelona tuvieron que ponerlos en práctica y enseñarlos a sus discípulos. Después se extendió a Madrid por los artistas que venían de Barcelona, y por último, tuvimos que enseñarlos en Sevilla los maestros que estamos dedicados a dar clases de baile, por más que la mayoría de los que dan lecciones en Madrid y Barcelona son sevillanos, y en particular los que enseñan bailes andaluces.

Unas palabras que corrobora Pepe de la Matrona (1975:217):

En este mismo café [Café de la Marina] fue donde Montoya y Faíco hicieron lo de la farruca, que se puso de moda el cante de la farruca, y al oír el cante empezaron a estudiarlo y sacaron el baile de la farruca.

No deja de resultar curioso, sin embargo, que cuando Ramón Montoya se refiere a Faíco le llama solo “interprete magnífico de la farruca” .


Aunque ni Otero ni Matrona mencionan exactamente cuándo llevó a cabo Faíco esta creación, hubo de ser muy a comienzos del XX. De hecho, la primera referencia a su farruca en la prensa del día que hemos podido localizar apareció en La Correspondencia de España, el 26 de enero de 1907, y decía así:

Además, en el de hoy sábado [baile de máscaras], ha ofrecido tomar parte en el espectáculo el popular y simpático Faíco, quien bailará la farruca.

Su farruca sirvió de modelo e inspiración a más de un bailaor que la interpretó después de él. Entre los que primero la hicieron estaban su primo Manuel Ríos el Mojigongo, que también sobresalió por sus zapateaos, el malogrado bailaor madrileño Joaquín López el Feo y El Batato, que hizo con ellas y con sus chuflas las delicias de los aficionados barceloneses. Otros bailaores que también destacaron ejecutándolas, en las primeras décadas del XX, fueron El Gato, su sobrino Juan el Pelao y Antonio Ramírez.


Faíco hacia 1909. Foto de Paul Haviland.

Con sus farrucas, garrotines y tangos el bailaor trianero inspiró a Granados en su Danza gitana y obtuvo resonantes triunfos en el Café de Naranjeros, en el Folies Bergere, en el Eden Concert y el Buena Sombra de Barcelona, en el Kursaal Central de Sevilla, en el Parisiana y el Colmao La Feria de París. Participó en El embrujo de Sevilla de la compañía de La Argentina en 1914. Bailó en Buenos Aires en el Teatro Odeón en 1915 y en el Avenida en 1916, en Rusia –en Madrid se le anunció como el “bailarín de los Zares” (La Voz, 20 de abril de 1929)--, en Valencia con La Morita, en el Ideal Rosales y en el Price de Madrid, en el Salón Foz de Lisboa, formando también pareja con La Morita, en el Kursaal de la Magdalena de Madrid y de nuevo en París en 1927. Ese año, formó parte en Madrid en los espectáculos de “Ópera flamenca”.

En 1929, Faíco seguía dando muestras de genialidad. Una noche, sorprendió a todos  marcándose un charlestón en un cabaret. Y lo hizo sin perder un ápice de la flamencura. Lo contó Nuevo Mundo, el 4 de enero.

Estaba el cabaret en su hora madura. En esos instantes en que todo su arbitrario mecanismo se caldea con una fiebre internacional de músicas, whisky, champaña, cigarrillos perfumados y mujeres.
Sobre la tarima de la orquesta, doce negros de smoking—irresistible imagen de la ficha del dominó; prodigioso seis doble— alerta ya el oro fluido de sus instrumentos, disponíanse con el más alegre aire de sus pulmones de hierro, a tundir la pulpa sentimental del reciente tango. Rompió el metal en un carcajeo de gallos, el banjo delineó a lápiz una elegante melodía y una voz limpia, dulce, azul, fue trazando un fino pespunte en aquel fragor unánime.
E inesperadamente lo que iba a ser un feo alarde de patizambos epilépticos—un “charles” europeo— convirtióse en una estampa de noble y sereno arte. Faíco se arrancó, como un iluminado, de su silla al parquet, Faico, tetrarca indiscutible, con Escudero, Bilbao y El Estampío, del reino de la danza cañí. Faíco que ha paseado su guayabera de hilo y su chaquetilla de terciopelo por todos los paisajes del mundo. Faico, en fin, que magnifica su escultura de alfil—menudo y torneado—con los esguinces solemnes de los más sabrosos bailes del Albaicín y de la Cava, ante la respetuosa admiración del cabaret, bordaba los arrequives de su arte sobre los estridores de la música de color. Hubo de repetir una vez y otra y otra. Tantas, que el bronceado de su rostro fulgía, húmedo. El gitano resumió su triunfo con parquedad epitáfica;
—He diznificao el charlestón.
Y de nuevo el tango. Y entonces, con la sala en penumbra de luz roja, lo sorprendente. Un negro que en una mesa vecina degustaba un gin-fix acercóse a Faico y, en un francés muy colonial, le invitó a una fiesta íntima, a una gran soirée de color. El bailaor no aceptó. Mas con videncia generosa, repuso imperturbable:
—Ascuche osté, que yo no puedo por mor de un cortao con ingleses. Pero este buen amigo va por mí.

La prensa se hizo eco de algunas de sus actuaciones, pero especialmente de su estancia en la capital francesa. Estas son las gacetillas más interesantes:

París ofrece una nota española
Entre sus novedades teatrales se encuentra la opereta de Quinito Valverde, que ostenta el título: L’amour en Espagne!
Música alegre, retozona, llena de luz y color.
Valverde ha logrado un gran éxito.
Todos los extranjeros que llenan París pasan por el teatro de Parisiana, en donde la obra se representa.
Entre los que representan la opereta, figuran el famoso Faíco y varias bailarinas españolas.
Será un éxito de contaduría, como se dice por nuestra tierra!
Juan de Becon.
La Época, 5 de septiembre de 1909.

UNA FIESTA ESPAÑOLA EN PARÍS
El famoso pintor español Sala dio anoche un sarao en honor del embajador Sr. Pérez Caballero. El estudio del maestro fue transformado en una artística sala de concierto.
Asistieron a la fiesta […] muchas personas distinguidas de la colonia española y numerosas del mundo artístico, intelectual, político y financiero de París.
El programa de la fiesta no podía ser más selecto. Cooperaron a su ejecución […] Grau, la cantante wagneriana Elisa Kutscherra, el guitarrista español Agustín Andrés, los bailadores gitanos Faíco y Lola la Flamenca. Esta es gaditana.
La fiesta fue agradabilísima y terminó en la madrugada. La bellísima esposa de Sala recibió a los invitados con su distinción y amabilidad proverbiales […]
El Imparcial, 16 de marzo de 1911.

París
[…] Los bailadores flamencos no ganan un cuarto ni pueden salir de las tascas de Clichy o del faubourg Montmartre, y, sin embargo, Faíco y Antonio de Bilbao tienen siempre buenos contratos. […]
La Correspondencia de España, 10 de agosto de 1911.

DESDE PARÍS
UNA NOCHE DE ESPAÑOLISMO
[…] Entremos en La Feria.
No hace mucho que se ha inaugurado este cabaret en el alto de Montmartre, y su éxito ha sido grande.
Mi entrada […] coincide con la presencia de mucha gente distinguida, que, mientras cena, presencia los bailes de Faíco y de su mujer la Lola.
[…] La Kousnezoff y Messager se hallan entusiasmados ante el genio bailarín de Faíco y de Lola. La tiple encuentra aquello maravilloso, y el músico francés protesta cada vez que la pequeña orquesta de La Feria entona algo que no es castizamente español.
 […] La orquesta entona la rumba, de Quinito Valverde, y dos muchachas con mantones de Manila bailan y se retuercen. Luego el propio Quinito es el que se sienta al piano y acompaña un tango suyo que baila el Faíco, después… No, Lola no baila. Ha sacado su espíritu español fuerte y fiero, reproducción del de Carmen, la cigarrera sevillana, y en un rincón del cabaret se sienta, con un gesto adusto… ¿Qué sucede? Quizás por celos artísticos ante el éxito que acaba de obtener su marido y compañero de profesión.
La Correspondencia de España, 9 de junio de 1912.

Y, por supuesto, informó del percance que sufrió cuando quiso emular a su homónimo el torero y se acordó de él cuando ya no le iban muy bien las cosas.

Dos becerradas
La de los artistas de "varietés"
Ayer mañana, a primera hora, se celebró en la Plaza de Madrid la becerrada de los artistas de «varietés», organizada por elementos del Ideal Rosales.
La concurrencia fue numerosa, y la fiesta se deslizaba con gran alegría cuando un doloroso accidente quitó animación al festejo.
Faíco, el célebre bailador flamenco, salió al redondel dispuesto a clavar un par de banderillas al quiebro, con tan mala suerte que el bicho le alcanzó y revolcó, clavándose el rejón de una banderilla en el muslo izquierdo.
Se retiró cojeando, y algunos amigos, con el deseo de auxiliarle, creyeron que debían separar la banderilla tirando de ella, y solo consiguieron desgarrarle varios tejidos musculares.
Fue asistido convenientemente en la enfermería de la Plaza.
La fiesta terminó con gran desanimación y general sentimiento.
El Imparcial, 14 de junio de 1921.

El Faíco vivió en París como príncipe indio o rey de leyenda, y a la hora de ahora el vástago de faraón camina triste y pobre por las calles madrileñas, víctima –como él dice—“de un mal de amores”.
La Libertad, 18 de mayo de 1929.

Referencias bibliográficas
Ortiz Nuevo, José Luis. 1975. Pepe de la Matrona. Recuerdos de un cantaor sevillano. Madrid: Demófilo.
Otero, José. 1912. Tratado de bailes. Sevilla.